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sábado, 20 de diciembre de 2008

Crónica: El terror cayó sobre Pearl Harbor

11:06 Las películas de guerra han creado un imaginario sobre el ataque japonés que empujó a EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial. Así llegó la noticia

Por David Hidalgo Vega

Todas las escenas de guerra, todas las películas e historias que se iban a contar sobre este episodio serían apenas espectros del terror que se precipitó desde el aire el 7 de diciembre de 1941.
El impacto de los hechos motivó una edición extraordinaria de El Comercio que informó a portada completa: "Japón rompe las hostilidades contra Estados Unidos". Líneas abajo se daba cuenta del ataque de una flota aérea nipona a instalaciones militares estadounidenses en Hawái y en Filipinas. "El aeródromo Hickman, la base naval de Pearl Harbor y Manila fueron objeto de sus incursiones", se consignó en grandes letras negras en esa edición que un lector previsor hubiera guardado como reliquia de graves acontecimientos de la historia. La guerra había llegado al Pacífico. La muerte estaba más a la vista que nunca.

Los reportes de lo que estaba ocurriendo ya no en la Europa asaltada por los nazis o la lejana Asia, sino en el norte del continente, llegaban desde varias ciudades de EE.UU. "El presidente Roosevelt ordenó al Ejército y Armada que pongan en ejecución todas las medidas previamente preparadas", se informaba desde Washington. "Se tiene conocimiento de que el combate naval continúa desarrollándose afuera del litoral, apreciándose que por lo menos un portaaviones enemigo está en acción contra las defensas de Puerto Pearl", decía otro cable desde Honolulu. "La National Broadcasting Company informa que el Japón declaró la guerra a Estados Unidos", se anunciaba desde Nueva York.

Cada detalle proporcionaba nuevas pinceladas de pánico. Un reporte desde Hawái señalaba que la caída de una bomba había matado a trescientos cincuenta soldados en el aeródromo Hickman. Al menos un barco de guerra había sido atacado con torpedos entre Hawái y California en esas primeras horas. Todo el personal del Ejército y las otras instituciones armadas habían recibido la orden de ponerse el uniforme militar.
El corresponsal Richard Tuner, de la agencia AP, envió un despacho especial para El Comercio en el que daba cuenta del primer recuento oficial de los daños expuesto por el presidente Roosevelt. Se hablaba de cientos de muertos (al final fueron más de dos mil), numerosos aviones destrozados, varios buques afectados en lo que era uno de los fortines militares más importantes del país. "Estados Unidos está en guerra, dentro del conflicto que comenzando en Europa se ha extendido sobre el mundo entero", escribió Tuner.

PALABRAS DE LUCHAEn la edición de la mañana, el mismo domingo 7 de diciembre, este Diario había informado de un mensaje que el presidente Roosevelt había enviado al emperador japonés. Había recibido informes de una gran concentración de fuerzas japonesas en la Indochina francesa, en un previsible movimiento para atacar Tailandia.
"El mensaje es interpretado en las esferas bien informadas como una reflexión que hace el presidente sobre la insatisfactoria explicación hecha por el premier general Elki Tojo por intermedio de los enviados japoneses a Washington", revelaba un cable. Era un último recurso para evitar la guerra entre ambas naciones. Horas después se haría evidente su inutilidad. "Creo interpretar la voluntad del Congreso y del pueblo al afirmar que no solamente nos defenderemos, sino que haremos que esta forma de traición nunca más vuelva a ponernos en peligro", dijo Roosevelt, con el aire bíblico de los grandes acontecimientos, ante su Parlamento reunido de emergencia.

Nuestra portada del lunes 8 de diciembre anunció tormentas desencadenadas por todo el mundo: "El Gobierno de los EE.UU. ha declarado la guerra al Japón", decía el titular principal. "Si Japón es atacado, Alemania lo ayudará", señalaba otra información. "La Unión Sudafricana, Costa Rica y Haití declaran la guerra a Japón", terciaban los reportes desde las respectivas capitales. El mundo estaba más azorado que nunca.

En Lima, tras un almuerzo para celebrar su segundo año de gobierno, ese mismo lunes, el presidente peruano Manuel Prado aprovechó su discurso para expresar "la absoluta solidaridad con la nación del norte, colaborando con todos los medios que están a nuestro alcance, a la defensa común de nuestro continente". El ministro de Relaciones Exteriores había cumplido el encargo de manifestar este respaldo al embajador estadounidense en Lima. "Este hecho de tanta trascendencia, que viene a extender la lucha que se libra en los otros continentes, nos da la oportunidad de demostrar ante el mundo que la unidad de América es una realidad", precisó Prado en esa recepción. La misma iniciativa correría por varias casas de gobierno en toda América Latina.

RELATOS DE FUEGO
El episodio acentuó el tono de partes de guerra que dominaba los periódicos de la época. "Las fuerzas norteamericanas oponen enérgica resistencia contra los ataques de Hawái", informó otra edición extraordinaria de El Comercio.
Los cables anunciaban furiosos combates y el derribo de aviones japoneses en los distintos frentes, más bombardeos japoneses a Singapur, desembarcos imperiales en Sumatra, la declaración de guerra de Reino Unido contra Japón. Había reportes de la ofensiva alemana sobre Rusia en paralelo a la japonesa sobre Hong Kong. Llegaban noticias de buques hundidos de ambos bandos, de combates aéreos, avanzadas y fragores en tantos puntos, que debían publicarse mapas del mundo entero para seguir las acciones. El jueves 11 de diciembre la portada de El Comercio anunció: "El Eje ha declarado la guerra a Estados Unidos". Hitler y Mussolini se unían al ataque. Entonces empezó el armagedón total.
Las repúblicas latioamericanas se solidarizan con Estados Unidos

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