Vistas de página en total

Translate

miércoles, 31 de octubre de 2012

Crisis de misiles


Algunos aspectos ocultos del arreglo de la crisis del Caribe


John Kennedy y Nikita Jruschov


Hace 50 años, después de que el mundo estuviera durante una semana más cerca que nunca de una guerra nuclear, el líder soviético Nikita Jruschov y su homólogo estadounidense, John Kennedy, intercambiaron mensajes y la crisis de los misiles se acabó. Es un hecho por todos conocido. Pero nadie menciona que ambas potencias tan sólo apartaron la amenaza directa de intercambio de golpes nucleares en todo momento, pero no la erradicaron. Se debe centrar la atención en que en aquel momento las partes acordaron iniciar el diálogo. Imaginemos qué habría pasado en caso de que éste hubiera fracasado. Las negociaciones continuaron en el territorio de EEUU hasta enero de 1963. Y sólo después de esta fecha acabó la crisis del Caribe.
Expertos y aficionados
Se suele decir en broma que los aficionados construyeron el Arca de Noé y los expertos el ‘Titanic’. En otoño de 1962, fueron los diletantes, sobre todo Nikita Jruschov, los que provocaron la crisis de los misiles. Y se recurrió a la ayuda de un experto -el diplomático Vasili Kuznetsov, que en aquella época ocupaba el cargo de primer viceministro de Asuntos Exteriores- para resolver la situación.
El 27 de octubre de 1962 por la tarde, Kuznetsov y tres personas más se prepararon para su viaje a EEUU.
Jruschov, que ordenó desplegar en el territorio de Cuba misiles nucleares capaces de alcanzar EEUU en respuesta al despliegue de misiles estadounidenses en Turquía, conocía bien a Kuznetsov. En febrero de 1957, Jruschov decidió destituir al entonces ministro de Asuntos Exteriores, Dmitri Shepílov, porque éste se convirtió en la “cara conocida" muy atractiva para todo el mundo. Entonces fue necesario encontrar a un nuevo ministro.
En aquel momento, Jruschov consideraba que él mismo debería ser estrella de la política exterior de la URSS, lo que conllevó su destitución dos años después de la crisis del Caribe y causó la crisis alimentaria en el país.
Jruschov se vio obligado a preguntar oficialmente a Shepílov a quién aconsejaría nombrar para el cargo de ministro de Asuntos Exteriores. Éste respondió del modo siguiente: “Tengo dos adjuntos. Vasili Kuznetsov es genial y capaz de hacerlo todo (el homólogo británico de Kuznetsov, lord Caradon, y muchos otros también le consideraban como un “diplomático mago”). El otro, Andrei Gromiko no es genial, pero si se le encarga algo lo hará cueste lo que cueste sin desviarse de las instrucciones.
Estas características determinaron el destino de Kuznetsov y de Gromiko.
¿Por qué Andrei Gromiko, que en 1962 ocupaba el cargo de ministro de Asuntos Exteriores, no fue a EEUU? La cuestión no era fácil. La vida de toda la humanidad estaba en juego. Resulta que en aquel momento, tanto Gromiko como el embajador soviético ante la ONU, Valentín Zorin, declararon en público que la URSS no tenía misiles desplegados en Cuba.
Todos entendían que ambos cumplían las instrucciones del líder soviético, pero los diplomáticos que se encuentran en una situación tan delicada suelen mantener cierta distancia y no participar en las negociaciones (por eso Zorin fue retirado de la ONU en enero). Así las cosas, tuvo que salvar el mundo Kuznetsov, el primer viceministro de Asuntos Exteriores que recibió el título de Máster en metalurgia en el Instituto Carnegie de EEUU, donde estudió en 1930 y 1931.
Una semana sin salir a la calle
Kuznetsov no solía hablar sobre las negociaciones en EEUU, que continuaron durante dos meses y medio. En la época del gobierno de Nikita Jruschov y Leonid Brézhnev, los ciudadanos soviéticos preferirían atraer la menor atención posible.
La participación de Kuznetsov en aquellas negociaciones habría podido pasar al olvido si su adjunto, el diplomático ruso Borís Poklad, no hubiera publicado sus memorias en 2008. Poklad fue uno de los tres diplomáticos que acompañaban a Kuznetsov en su viaje a EEUU.
Según cuenta Poklad en su libro, al llegar a EEUU el 28 de octubre de 1962 la delegación soviética leyó los periódicos estadounidenses y entendió que Washington rechazaba las propuestas de la URSS y se preparaba la intervención en Cuba en varios días.
Aquel mismo día salió a la luz pública la declaración del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, que planteó ante Kennedy cinco exigencias sin el cumplimiento de las cuales -aunque parcial en algunos casos- no se habría logrado encontrar fórmulas de compromiso ni realizar acuerdos entre EEUU y la URSS.
Jruschov tomó la decisión sobre la retirada de las ojivas nucleares recién desplegadas en Cuba sin recibir el visto bueno de Castro, que quedó en una situación vulnerable. Parece que casi la mitad de las negociaciones sostenidas por Kuznetsov en Nueva York estuvo dedicada a las garantías de seguridad de Cuba por parte de EEUU, que ya habían sido acordadas en los mensajes de Jruschov y Kennedy.
La administración presidencial estadounidense no se apresuró a confirmar sus compromisos supuestamente adquiridos sino que exigió comprobar la retirada de las ojivas nucleares soviéticas de Cuba mediante el envío de inspectores a la isla. Posteriormente, se abordó la posibilidad de sobrevolar Cuba con aviones de reconocimiento. Castro declaró que los abatiría.
Boris Poklad recuerda en sus memorias que pasó una semana desde su llegada a Nueva York hasta que pudo por primera vez salir a la calle. Kuznetzov salía de la sede de la misión diplomática de la URSS ante la ONU, pero no para pasear. Sostenía negociaciones continuas con los diplomáticos estadounidenses, Adlai Stevenson y John McCloy; y también con el secretario general de la ONU, Maha Thray Sithu U Thant.
Al mismo tiempo, el embajador de la URSS, Anatoli Dobrinin, mantenía contactos con el fiscal general, Robert Kennedy, hermano del presidente de EEUU, mientras que uno de los dirigentes soviéticos, Anastás Mikoyán, trataba de encontrar una fórmula de compromiso con Fidel Castro.
Nunca fue fácil mantener negociaciones con EEUU. En un momento determinado Washington hizo un intento de excluir una de las cartas de Jruschov, del 27 de octubre, de la lista de referencias citadas en el documento final.
Esto quería decir que EEUU podría ningunear algunas de las propuestas formuladas en esta carta. Pero en realidad, Washington dio su visto bueno a todas aquellos puntos que ponían fin a la crisis de los misiles: la URSS retira armas nucleares del territorio de Cuba, EEUU las retira del territorio de Turquía y da garantías de seguridad a Cuba.
Kennedy respondió que estaba de acuerdo con aquellas propuestas, pero si la carta de Jruschov no se hubiera citado habría sido difícil adivinar con lo que estaba de acuerdo el presidente estadounidense.
EEUU hizo un intento de renunciar a lo acordado en un momento de reducción de tensión internacional, cuando la URSS ya empezaba a retirar misiles y ojivas nucleares de Cuba. En aquel momento, la compañía de ballet del Teatro Bolshoi, incluida la célebre bailarina soviética Maya Plisétskaya, actuaba en Nueva York. La vida mejoraba y alguien pudo pensar en realidad que la crisis había acabado, pero los diplomáticos entendían muy bien en qué situación se encontraban ellos y el mundo entero.
Finalmente la crisis del Caribe sí que acabó en enero de 1963. Kuznetsov volvió a encontrar una fórmula de compromiso supuestamente conseguido el 27 de octubre de 1962. EEUU retiró sus misiles de Turquía, pero parece que la misión de Kuznetsov dio mayores beneficios a Cuba: EEUU levantó el bloqueo de la isla el 21 de noviembre de 1962.
Desde aquel momento no se lanzaron ofensivas contra Cuba similares a las que se habían preparado y realizado antes de la crisis de los misiles. Se logró avanzar sin la inspección del territorio cubano por los expertos estadounidenses. Pero incluso el genial diplomático no pudo salvar a la URSS de un trámite humillante. Los buques soviéticos que retiraban misiles a la URSS tuvieron que pararse en mar y mostrar su carga a los estadounidenses.
Esto no se menciona en las memorias Poklad, posiblemente porque esto fue evidente para el autor. Por otro lado, las negociaciones llevadas a cabo en Nueva York abrieron una nueva etapa en las relaciones entre Moscú y Washington, que desde aquel momento adquirieron la experiencia de sostener un diálogo largo a nivel de expertos al término del cual las partes asumían los compromisos, que cumplirían estrictamente.
En 1977, en la época de gobierno de Leonid Brézhnev, Vasili Kuznetsov fue nombrado primer vicepresidente del Soviet Supremo (parlamento) de la URSS. Se convirtió así en el vicejefe de Estado. Fue conocido, ante todo, como la persona que entregaba un gran número de galardones en el Kremlin.
Además, Kuznetsov asumió tres veces el cargo de Jefe de Estado interino: entre la muerte de Brézhnev y la elección de Andrópov para el cargo de presidente del Soviet Supremo de la URSS, entre la muerte de Andrópov y la elección de Chernenko, y después de la muerte de Chernenko. Parece que Kuznetsov tuvo una carrera estupenda, ya que no hay cargos más altos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON CON LA DE RIA NOVOSTI


La crisis de los misiles, mi primer drama personal



La crisis de los misiles, mi primer drama personal

Yo lloraba al separarme de la muñeca sin saber que 100 millones de personas estaban a un paso de la muerte aquel día.
La crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962 se convirtió, por extraño que pueda parecer, en mi primer drama personal. Tenía tres años y medio y tuve que afrontar por primera vez en la vida una situación bastante dura para una niña. “Tenemos que irnos urgentemente, solo te podrás llevar un juguete”, dijo mi madre con una voz firme. Mi padre, que solía convertirlo todo en broma, tampoco explicó nada, dijo solamente que tenía que ir a trabajar, puso una pistola sin funda en el bolsillo y se marchó.
No sé exactamente qué día era. Tal vez el 22 de octubre, cuando el presidente estadounidense John Kennedy se dirigió a la nación proponiendo establecer un bloqueo militar de Cuba. Durante su discurso televisado dijo que cualquier ataque nuclear lanzado desde Cuba contra cualquier nación en el hemisferio occidental sería considerado como un ataque de la URSS contra EEUU, con todas las consecuencias. “La confrontación entre la Unión Soviética y Estados Unidos ha llegado a su punto crítico” escribía el diario The New York Times el 23 de octubre de 1962. “No cabe duda que el señor Kennedy, que hoy ha encontrado tiempo para nadar en la piscina, es el inquilino de la Casa Blanca más impasible... Mientras, la noticia ha provocado una venta masiva de acciones en Wall Street”.
O tal vez fuera el 24 de octubre, cuando Nikita Jruschov, el entonces líder soviético, envió a la Casa Blanca un telegrama diciendo que la URSS veía el bloqueo como una agresión.
Mientras tanto, los buques soviéticos se dirigían a Cuba. Mis hermanas mayores cantaban una canción sobre la pequeña Panchina que bailaba samba. El estribillo decía: “Cuba ¡sí! yanquis ¡no!” Yo no entendía el estribillo pero cantaba junto a mis hermanas.
Sin embargo, en seguida comprendí que las lágrimas no servirían de nada y fui a despedirme de mis juguetes. Me despedí de mi primera muñeca con el pelo “de verdad”, del perrito de peluche, del mono y un sin fin de muñequitos a los que habíamos fabricado muebles con las cajas vacías de cerillas.
El reloj de cuerda y el caballito mecánico también se quedaron en nuestro piso de Minsk (Bielorrusia), solo me podía llevar un juguete aunque todos ellos para mí estaban vivos, eran amigos. Mi corazón se hacía pedazos sólo de pensar que tenía que abandonarlos a su suerte ante una amenaza desconocida. Elegí al perrito. A la mañana siguiente  mi madre anunció que nos quedábamos.
“Seguramente fue el 25 de octubre”, está convencido Jim, mi amigo estadounidense. Mientras yo me despedía de mis juguetes, él y sus compañeros del equipo de albañiles esperaban en Nueva York un ataque nuclear, al igual que mis padres en el hemisferio opuesto.
Recuerda que el plazo del ultimátum de Kennedy, que anunció que si Jruschov no ponía fin a la amenaza de los misiles un ataque de EEUU contra Cuba sería plausible, expiraba aquel día a las once de la mañana. Todos los que trabajaban en la construcción del edificio en la Sexta Avenida con la calle 50, en el mismo corazón de Manhattan, salieron a la calle y se sentaron en los bordillos de la acera. Tomaban cerveza y se gastaban bromas lúgubres: “No te preocupes, Billy, yo cuidaré de tu mujer”, “manda un telegrama a tu tía de Alaska, que venga a recoger nuestros huesos tras el ataque”. Miraban el reloj cada dos por tres.
Empezó a salir más gente a la calle, empleados de las oficinas y de los hoteles. Parecía que el tiempo se había detenido. De repente en la pantalla que colgaba en la fachada de la oficina de la cadena de televisión CBS se pudo leer la noticia: “Los buques soviéticos dieron media vuelta”. Y todos gritaron de alegría.
Aquel día la URSS transmitió a 14 barcos que se dirigían hacia las costas cubanas la orden de interrumpir la travesía. No obstante, el presidente Kennedy autorizó por el memorando secreto 199 cargar armas nucleares en los aviones bajo el mando de Supremo Comandante Aliado en Europa para un eventual ataque contra la URSS.
“La defensa antiaérea no dejará que llegue hasta Moscú”, pensaban mis padres, “pero hasta Minsk podrán llegar perfectamente”. “En la 22ª hora del ultimátum el Pentágono informó que unos 60 millones de personas podrán refugiarse en 112.000 refugios... Muchos ciudadanos hacen reservas de agua, conservas y otros víveres”, leo en The New York Times del viernes 26 de octubre.
La crisis de los misiles dejó rastro en la vida de mi familia. Mi madre dijo que necesitábamos contar con un sitio seguro por si empezaba la guerra nuclear. Fue así que construimos una casita de madera en medio del bosque a unos 100 kilómetros de Minsk. Mi madre decía que la madera absorbe la radiación. La casita tenía dos salidas, una normal, por la puerta, y la otra por un pasadizo subterráneo que desembocaba en el bosque.
“¿Una casita en el bosque?”,  se ríen mis amigos estadounidenses. “Muchos neoyorquinos entonces se trasladaron al norte del estado donde construyeron unos búnkers de hormigón armado por si estallaba la guerra nuclear. Por aquella época se produjo un boom de construcción de refugios personales equipados con generadores de energía eléctrica y sistemas de depuración de agua”, cuenta Jim. Los soviéticos no podíamos ni soñar con tal lujo...
“Frente a la Casa Blanca se celebra un mitin tras otro, unos manifestantes llaman a tomar duras medidas contra Cuba, otros exigen salvaguardar la paz a cualquier precio”, leo en The New York Times. Mi amigo Jim confiesa que él, al igual que sus compañeros, estaban sobresaltados: los misiles soviéticos se encontraban a 130 kilómetros de la frontera de EEUU.
Está bien que la crisis de los misiles sirviera de lección también para los políticos. En este momento se creó el llamado teléfono rojo, línea directa entre la Casa Blanca y el Kremlin, con el fin de agilizar las conversaciones entre ambas potencias durante períodos de crisis. Los líderes de la URSS y EEUU finalmente se dieron cuenta de que tenían que aguantar la presencia del otro en el planeta y dialogar de alguna manera.
Ahora yo, una rusa, estoy riéndome con mis amigos estadounidenses en Nueva York y me piden que vuelva a contar cómo mis padres me tenían prohibido recoger objetos brillantes y bonitos del suelo, pensando que podían ser artefactos explosivos mandados por los estadounidenses. Y cómo mis padres escuchaban en secreto la emisora ‘La Voz de América’ y me pedían no contarlo a nadie. Y yo, una niña, guardé el secreto familiar hasta su muerte...
Explico a mis amigos que en mi infancia a los estadounidenses les solían representar como unos señores gordos con sombrero de copa y una bomba atómica en la mano. Ellos me cuentan que a los soviéticos en EEUU representaban como unos osos también con la bomba atómica. Ahora parece extraño que hace 50 años estábamos dispuestos a matarnos. ¿O es que es una simple casualidad que no hubiéramos llegado a hacerlo?
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

Bloques distintos


El glorioso inicio y el triste final de la época del macartismo



Joseph Raynold McCarthy

Después de que la Unión Soviética realizara en 1949 la prueba nuclear, en Estados Unidos estalló una verdadera histeria anticomunista: la ‘caza de brujas’. La búsqueda de ‘traidores’ entre los representantes de la ciencia y la cultura la encabezó el senador Joseph Raynold McCarthy.
En la Historia de todo Estado habrá, sin lugar a dudas, páginas oscuras que a uno le gustaría arrancar o por lo menos borrar de su memoria para siempre.
Aunque Winston Churchill alertó en su momento de que la peor traición es la traición de la Historia.
No seamos traidores.
Mayo de 1945. La capitulación incondicional de Alemania y la victoria incondicional de los aliados sobre el nazismo.
Julio de 1945. En la ciudad de Potsdam, en las afueras de Berlín, celebran su reunión los líderes de la coalición antihitleriana: el Generalísimo Iosif Stalin, el presidente Harry Truman y el primer ministro Winston Churchill. La agenda incluía, si usamos el lenguaje formal, cuestiones de orden post bélico y de la futura cooperación. Las discrepancias no eran pocas, pero parecía factible llegar a una fórmula de compromiso.
¿Había muestras de buena voluntad?
Todo lo secreto tiende a revelarse: en 1988, 40 años después de su elaboración, se hizo público el plan británico bautizado como ‘Operación Impensable’. Para sus autores era “impensable la presencia de las tropas soviéticas en Berlín y todavía más impensable la toma de Berlín por ellas”. El documento decía: “La Unión Soviética representa una amenaza mortal para el mundo libre y es necesario derrotarla en una guerra total”.
El inicio de las hipotéticas acciones bélicas estaba previsto, por ironía del destino, para el 1 de julio de 1945. El plan resultó ser realmente impensable, dado que por aquellas fechas el Ejército Rojo tomó por asalto la capital de Alemania y se instaló de manera definitiva en el territorio de Europa del Este.
Estados Unidos, el único país que en aquel entonces poseía bomba atómica, tampoco se quedó atrás. La llamada ‘doctrina Truman’ advertía sobre la inevitabilidad del conflicto entre el capitalismo y el comunismo. Por consiguiente, EEUU tenía que luchar contra el comunismo en todo el mundo para mantenerlo dentro de las fronteras de la URSS. El Comité de Jefes de Estado Mayor elaboró hacia diciembre de 1945 una operación bajo un nombre más prosaico, ‘Tenaza’, que fijaba 15 blancos “preferentes” y 106 ciudades soviéticas que debían someterse al ataque nuclear.
Afortunadamente, el plan no fue puesto en práctica porque alguno de los dirigentes del país “entró en razón”. En cualquier caso, la operación fue archivada sólo en 1950, a causa de su “imposibilidad militar”.
Y ahora es el momento de mencionar por tercera vez al primer ministro británico, Sir Winston Churchill.
El 5 de marzo de 1946 pronunció en el Westminster College de Fulton su famoso discurso, que el propio político llegaría a calificar como el más importante de toda su vida. A partir de aquel momento, comenzó la Guerra Fría.
Al estudio de las razones de aquella duradera confrontación están dedicados miles de libros, artículos y tesis doctorales. No rivalicemos con los investigadores profesionales, nos limitaremos a decir tan sólo que la Guerra Fría significaba una confrontación militar, económica e informativa entre las dos superpotencias y sus aliados.
¿Qué dijo Churchill en aquella ocasión?
“Una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe qué pretende hacer la Rusia Soviética y su organización comunista internacional en el futuro inmediato, ni cuáles son los límites -si existe alguno- de su tendencia expansiva y proselitista. Siento una gran admiración y tengo una gran estima al valeroso pueblo ruso y al que fue mi camarada en la guerra, el Mariscal Stalin.
…Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa Central y del Este (...), todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos de una manera u otra, no solo a la influencia soviética, sino a un altísimo y en muchos casos creciente control por parte de Moscú (...)”.
En otra ocasión comentaremos si estas aseveraciones de Churchill eran certeras y cuál fue la reacción de los dirigentes soviéticos.
Ahora nos centraremos en que el mencionado discurso provocó una amplia campaña de “lucha contra la amenaza militar soviética” y la “exportación de la revolución”. Como resultado, en Francia, Italia y en algunos otros países los comunistas fueron expulsados de los gobiernos y en la República Federal de Alemania fue prohibido el Partido Comunista.
Y solo era el inicio: lo serio vino más tarde, hacia otoño de 1949. Un avión estadounidense que llevaba instalado a bordo un laboratorio y realizaba con regularidad vuelos de reconocimiento a lo largo de las fronteras meridionales de la URSS, detectó el 29 de agosto en la zona de la ciudad de Semipalátinsk niveles elevados de radiación. Las muestras del aire permitieron sacar una conclusión inequívoca: la Unión Soviética había ensayado una bomba atómica.
Transcurrido un mes, el 23 de septiembre de 1949, el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, manifestaría lo siguiente: “El pueblo estadounidense, en virtud de los imperativos de seguridad nacional, tiene el derecho de estar informado sobre todos los acontecimientos en el ámbito de la energía nuclear”.
Y el pueblo estadounidense, una vez informado, procedió a actuar, a su juicio, de la única manera posible ante aquella situación.
Mientras los expertos, tras un análisis más detallado de los datos obtenidos, pudieron establecer la hipotética potencia del artefacto explosivo y sus características aproximadas.
No cabía la menor duda de que el esquema era una copia casi exacta de la bomba diseñada en EEUU. De modo que se había producido una fuga de información clasificada, mientras que la CIA le había estado asegurando al presidente Truman que la URSS tardaría 10 o 15 años en crear una bomba atómica.
Al director del FBI, John Edgar Hoover, se le encomendó una tarea urgente: descubrir a los responsables de la fuga de los secretos nucleares de Estados Unidos.
Como consecuencia, ya en verano de 1950 fueron arrestados y acusados de espionaje los esposos Ethel y Julius Rosenberg, militantes del Partido Comunista de Estados Unidos.
Este fue el inicio.
En estas condiciones, la siguiente declaración del senador Joseph McCarthy, hecha el 9 de febrero de 1950, cayó sobre suelo bien abonado: “... tengo en mis manos una lista con los nombres de 205 personas que son conocidas por el secretario de Estado como miembros del Partido Comunista y que, a pesar de ello, siguen trabajando y delineando la política del Departamento de Estado”.
El proceso arrancó...
McCarthy encabezó la subcomisión investigadora del Senado que en 1952 celebró seis reuniones a puerta cerrada y en 1953, ya 117. En 1954 hubo 36 comparecencias televisivas de sus expertos.
Se aprobó una ley que obligaba al Partido Comunista y algunas otras organizaciones a registrarse como agentes de Estados extranjeros. El incumplimiento de la norma se castigaba con penas de hasta cinco años de cárcel y una multa de hasta 10.000 dólares. Un comunista no podía tramitar el pasaporte para viajar al extranjero, ser funcionario público ni trabajar en plantas militares.
La ley establecía 14 rasgos característicos de la militancia de un ciudadano en el Partido Comunista. Al mismo tiempo, unas normas demasiado vagas permitían aplicarla a cualquier ciudadano del país.
Tras aficionarse a las persecuciones, McCarthy incluso se permitió llamar “hijo de puta” al presidente Truman, nada sospechoso de simpatizar con los comunistas, por falta de una actitud lo necesariamente dura hacia la “amenaza extremista”. Ni falta que hace mencionar a los representantes de la ciencia y la cultura sometidos a humillantes interrogatorios, obligados a arrepentirse de sus convicciones y denunciar a sus compañeros de oficio.
Se presentaron cargos contra Charles Chaplin, Arthur Miller, Leonard Bernstein, Albert Einstein e incluso Julius Robert Oppenheimer, el “padre” de la bomba atómica estadounidense.
Hemos mencionado solo a las personalidades más famosas, pero miles de personas de aquel país, considerado modelo de la democracia, perdieron sus empleos y se quedaron sin medios de subsistencia.
El fracaso de la ‘caza de brujas’ en Estados Unidos se debió en gran medida a la televisión: los métodos usados por Joseph McCarthy y sus partidarios empezaron a causar aversión entre una parte considerable de los ciudadanos. El golpe final a la carrera del senador lo asestó el reportero de la cadena CBS, Edward Murrow.
Presentó su reportaje sobre un piloto militar de origen serbio, Milo Radulovich, despedido de las Fuerzas Aéreas de EEUU por el hecho de estar suscrito su padre a los periódicos comunistas yugoslavos. El periodista puso de esta forma en tela de juicio los motivos del despido y consiguió que al piloto se le volviera a contratar.
Murrow fue más lejos e hizo un programa televisivo, basado únicamente en las declaraciones del propio, McCarthy, la que acabó por desacreditar al senador fanático delante de los habitantes del país. Hubo que crear un comité senatorial, encargado esta vez de investigar las actividades del propio McCarthy.
Las conclusiones de la investigación no dejaron lugar a dudas. McCarthy se aficionó al alcohol y murió a la edad de 49 años.
Así terminó en Estados Unidos el triste período llamado la “época del macartismo”.
Esta ha sido, a rasgos generales, la historia. El bien al final se impuso al mal. Pero quedó un sabor desagradable.
Y una cita de Edward Murrow que se atrevió a retar al senador McCarthy: “Una nación de ovejas engendra un Gobierno de lobos”.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

domingo, 28 de octubre de 2012

Ecos de guerra en el Paraguay




Ria Novosti. Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por la verdad (Marco Tulio Cicerón, 106 a.C.- 43 a.C.)
Aislado y presionado por la comunidad internacional después del golpe de Estado contra el presidente Fernando Lugo, llamado “Golpe Express” o “Golpe Preventivo” llevado a cabo entre la noche y la madrugada del 21 y 22 de junio pasado, el actual gobierno del Paraguay está recurriendo a desesperados trucos maquiavélicos para denunciar a sus vecinos argentinos, uruguayos y brasileños a quienes acusa de estar preparando una supuesta “nueva Triple Alianza contra su país”.
Se refiere a la Guerra de la Triple Alianza llevada a cabo entre 1864 y 1870 cuando una coalición formada por Brasil, Uruguay y Argentina luchó contra el Paraguay, perdiendo éste 169,174 kilómetros cuadrados y entre el 50 y 80 por ciento de su población.
Igualmente el gobierno de Federico Franco señala a su otro vecino, Bolivia, de supuestos preparativos para desatar una nueva “Guerra del Chaco”, en otra alusión histórica al conflicto armado propiciado por la Standart Oil entre Bolivia y Paraguay en 1932 en una zona inhóspita y despoblada del Chaco Borreal paraguayo.
Aquella guerra, que terminó con la derrota de Bolivia en 1935, devastó a ambos países llevando la muerte a 60.000 bolivianos y a 30.000 paraguayos. Lo extraño de aquel trágico evento fue la competencia entre dos doctrinas y escuelas militares europeas que atravesando miles de kilómetros de distancia llegaron al otro extremo del mundo, el Sur de América Latina.
En su reciente libro “Aliados Olvidados”, el escritor ruso Serguey Brilev cuenta como en 1924 el presidente del Paraguay, Dr. José Eligio Ayala organizó la venida de 12 militares rusos del ex ejército zarista para reactivar y modernizar el ejército nacional. Estos oficiales pertenecieron al Movimiento Blanco encabezado por Denikin y Wrangel que fue derrotado en 1923 por el Ejército Rojo dirigido por León Trotsky. Este grupo de ex militares rusos liderados por el ex general y etnólogo Ivan Beliaev ayudó a sus otros 70 camaradas de armas asentarse en el Paraguay y dedicarse a la remodelación del ejército nacional.
El ex general Ivan Beliaev se convirtió en el general Juan Beliaeff y fue nombrado primero como Inspector General de la Artillería y posteriormente durante la Guerra del Chaco se convirtió en el Jefe del Estado Mayor del ejército nacional. También el gobierno del Paraguay concedió a los rusos el sueldo de diputados y los exoneró durante 10 años de impuestos. Los militares rusos al enterarse que el ejército boliviano estaba formado por el general alemán Hans Kundt, que ocupaba el puesto del Jefe del Estado Mayor y entre 1932 y 1933 fue elevado al cargo de Comandante en Jefe, decidieron mostrar la superioridad de la escuela militar rusa frente a la alemana. Lo lograron con un ejército de 150.000 soldados paraguayos venciendo a 250.000 militares bolivianos, perdiendo entre ambos 90.000 de sus ciudadanos.
El viento ya se llevó todas aquellas guerras al archivo de la historia pero de tanto en tanto se las invoca para crear un ambiente belicoso en América Latina, que está luchando por su integración y unión. Esto constituye un irresponsable atentado contra su futuro cuyo único beneficiado sería el poder globalizado de las transnacionales.
Ya el ex presidente del país Fernando Lugo dijo durante su reciente encuentro con Cristina Fernández que los verdaderos miembros de la Nueva Triple Alianza son la “oligarquía nacional, los miembros de los partidos tradicionales y las multinacionales que operan en el país. Son los que propiciaron e hicieron el golpe de Estado y son los que claman las bases norteamericanas en el Paraguay”.
A su vez el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Juan Carlos Aluralde calificó absurdas las declaraciones de la ministra de Defensa del Paraguay, María Luz García de Arnold quien acusó a Bolivia de “estar generando un conflicto armado” y que los paraguayos “tenemos que prepararnos para la guerra, para vivir en paz”.
Con este pretexto el comandante de la Fuerzas Armadas guaraníes, el general Felipe Benicio Melgarejo ha solicitado 560 millones de dólares adicionales para los gastos militares y el diputado del Partido Colorado presentó en el Congreso la moción de instalar una nueva base militar norteamericana en el Chaco.
Actualmente en el Chaco paraguayo ya existen dos bases norteamericanas. La primera fue construida hace cuatro años en el Departamento de Boquerón en el aeropuerto Mariscal Estigarriba con una de las pistas de aterrizaje más grande en América Latina de 3.800 metros de longitud, esta puede recibir grandes aviones como el B-52 y Galaxy.
Los comandos especiales norteamericanos e israelíes operan desde allí. La segunda base pertenece a la Drug Enforcement Agency (DEA) y está ubicada en la frontera con el Brasil en la ciudad de Pedro Juan Caballero, Departamento de Amambay. Instalar más bases extranjeras significaría militarizar la región y poner en un potencial peligro a Bolivia.
Pero estos problemas no les interesan a los golpistas. Están alarmados por el crecimiento de la lucha de los campesinos que perdieron su tierra durante los últimos 20 años del neoliberalismo en el Paraguay. Precisamente con este pretexto crearon un Consejo Nacional de Seguridad de Estado y aprobaron la Ley del “Soldado Profesional” promoviendo el regreso de los jóvenes que cumplieron con su servicio militar obligatorio a los cuarteles.
Dicen que necesitan reforzar sus fuerzas militares para combatir al enemigo interno y externo. Un supuesto Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) que opera en el Chaco y que está compuesto entre 10 a 20 personas representa al supuesto enemigo interno.
De acuerdo a la autora del libro “Los Años del Cóndor”, Stella Calloni, “el asunto del supuesto EPP es una burla. Ninguna guerrilla puede maniobrar en un territorio tan chico y minado de presencia militar y super intervenido por paramilitares a las órdenes de capataces sojeros y por la propia oficialidad paraguaya que está rastrillando hasta el último confín”.Es un territorio también hostil por el narcotráfico y el crimen organizado.
Según el recién publicado libro de Oliver Villar y Drew Cottle, “Cocaine, Death Squads and the War on Terror”, “al comienzo de los años 1970 Paraguay se había convertido en un centro vital del cartel francés la “Mafia de Córcega” de la famosa “Conexión Francesa”. La heroína fue transportada de Turquía a la ciudad de Marcella y de allí trasladada a los Estados Unidos vía Paraguay.
Dicen los autores del libro que “posteriormente la CIA usó la misma ruta que pasaba por el Chaco paraguayo para el transporte de la heroína asiática”. Posteriormente, además de heroína, apareció cocaína en la zona silvestre y áspera del Chaco donde existen no menos de 900 pistas de aterrizaje clandestinos. Se cree además que un 50 por ciento de los químicos para elaborar cocaína entran a Bolivia por el Paraguay.
Dadas estas condiciones sobre la existencia de una guerrilla en la zona es pura fantasía para un cerebro lógico pero no para un gobierno golpista que busca cualquier pretexto para justificar su existencia. Para tapar su corrupción e incapacidad de enfrentar el narcotráfico desvía su discurso político hacia la ideología eligiendo a Hugo Chávez y Evo Morales como sus enemigos principales.
Diariamente los medios de comunicación al servicio del gobierno denuncian los intentos del “peligroso marxista” y un “Galtieri boliviano” Evo Morales (en referencia al ex presidente Galtieri argentino que inició la guerra de las Malvinas en 1982) de estar preparándose para una eventual guerra contra el Paraguay. También están alertando a la población contra una batalla ideológica que ha emprendido el “gorila bolivariano”, “déspota caribeño” y el “tirano marxista” Hugo Chávez para subvertir la paz en el país y llevarlo a la hegemonía bolivariana.
Mientras tanto están silenciando el hecho que las transnacionales como Monsanto, la canadiense RíoTinto Alcay y la norteamericana Cargill estén apoderándose del país y sus riquezas nacionales, especialmente su tierra productiva y su energía hidroeléctrica, haciendo en el Paraguay lo que no pudieron hacer en Bolivia, Venezuela y el Ecuador – su enclave.
Desesperados por su aislamiento internacional y por la caída de su comercio exterior, pues hasta ahora sólo el Vaticano y Taiwán reconocieron al gobierno de Federico Franco, los golpistas recientemente acusaron al gobierno español de Mariano Rajoy de convertir su país en una “madrastra” del Paraguay al expresar por el medio de su Secretario de Estado para la Cooperación Internacional Jesús García un mensaje al presidente Franco que su presencia en la Cumbre Iberoamericana en Cádiz, España no es bienvenida por una buena parte de los países asistentes.
Tampoco Federico Franco convencer al Brasil de reincorporar Paraguay al Mercosur antes de las elecciones presidenciales que se celebrarán en el abril próximo, esto a pesar de ciertas insinuaciones positivas en este sentido del ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Antonio Patria.
La voluntad de los pueblos del Mercosur y de la Unasur es contraria a esta iniciativa. Lo mejor que puede hacer en este tiempo el gobierno de Paraguay es investigar cómo se incrementó tan rápido la fortuna de su presidente Federico Franco en 645,244 dólares que ni él mismo puede explicar.
A todos les llega su turno para pagar las malas acciones, y por una lógica de la vida, alguna vez le tocará su turno al ejecutor de aquel “Golpe de Estado Express” que le arrancó al Paraguay la esperanza de un futuro que estaba construyendo Fernando Lugo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI