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sábado, 6 de septiembre de 2008

Hiroshima y la bomba atómica


por David Hidalgo Vega
Hasta ese día ninguna mente tranquila asociaba la muerte al hongo de fuego que tememos hoy. La Segunda Guerra Mundial dejaba un nuevo recuento de cadáveres y escombros en la historia universal de la destrucción humana. Los diarios anunciaban cercos, grandes desplazamientos militares, bombardeos aéreos. Mientras los primeros dirigentes nazis eran enviados a los juzgados para responder por sus atrocidades, los países occidentales apuntaban sus armas al resistente enemigo japonés. Y sin embargo, cualquier imaginario del Apocalipsis iba a resultar insuficiente. Esa mañana de agosto la portada de El Comercio informó a los limeños de un bombardeo conducido por 580 aviones de la fuerza aliada contra el imperio asiático. En medio de esa hemorragia ofensiva caía el arma que iba a cambiar el equilibrio estratégico del planeta. "Usan contra los nipones una poderosa bomba atómica", señaló un pequeño titular. Había un aire de cautela ante lo desconocido.
El cable noticioso traía desde Washington el anuncio del presidente Harry Truman, el hombre que abrió las puertas del infierno. "Hace 16 horas un avión arrojó una bomba en Hiro Shima (sic), importante base aérea japonesa. Esa bomba tenía un poder mayor que 20.000 toneladas de TNT. Tenía un poder dos mil veces mayor que la 'Grand Slam' británica, que es la bomba más grande que se ha usado hasta ahora en la historia de la guerra. Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Han sido pagados con la misma moneda en forma múltiple. Y el fin no ha llegado todavía".
Había cierto velo lúgubre en el comunicado que la Casa Blanca difundió poco después de la gran explosión, casi una megalomanía del exterminio. "La bomba atómica es la concentración del poderío básico del universo", en palabras de Truman. Había sido el mayor proyecto bélico de la historia: 125 mil personas habían trabajado con un presupuesto de dos mil millones de dólares, bajo la guía de los mayores científicos de su tiempo, proclamaba el Gobierno Estadounidense. Entonces el público de todo el mundo se enteró de que en los últimos años se había librado una batalla silenciosa paralela a la que se daba en los frentes: se trataba de la carrera científica por manejar la energía atómica con fines bélicos.
Truman reveló a sus ciudadanos que tres años antes los alemanes habían estado a punto de desarrollar la fuerza más devastadora que se podía imaginar. Ahora eran EE.UU. e Inglaterra los abanderados de ese logro. "La batalla de los laboratorios tenía para nosotros riesgos funestos, como las batallas en aire, tierra y mar. Y ganamos la batalla de los laboratorios como ganamos las otras batallas", señaló el mandatario estadounidense en tono triunfal. El ex primer ministro británico Winston Churchill fue un poco más prudente: "Debemos rogar para que estos terribles medios sean utilizados para llevar la paz entre las naciones. En lugar de armas de destrucción mundial, deberán ser fuente perenne de prosperidad mundial".
Todavía no se conocían públicamente los verdaderos efectos del lanzamiento. El Gobierno Estadounidense aplicó de inmediato una censura informativa que las agencias de noticias no podían disimular. La verdad se iría conociendo por los reportes de las radios y agencias japonesas.
APOCALIPSIS AHORALa ofensiva sumaba catorce ciudades golpeadas al momento en que la bomba cayó sobre Hiroshima. En las primeras horas, las emisoras niponas informaron del ataque sin dar detalles de los daños. Uno de los primeros síntomas del impacto fue dado a conocer por Radio Osaka: todos los servicios de ferrocarril que conectaban con la ciudad bombardeada estaban interrumpidos. Al día siguiente, el titular de El Comercio dio cuenta de la devastación anunciada por Radio Tokio. "El impacto fue 'tan terrible que prácticamente todos los seres vivientes fueron literalmente carbonizados por el tremendo calor y la presión producidos por la explosión'".
Así se iba enterando la humanidad de su peor descalabro. El general Spaatz, comandante de las fuerzas estadounidenses, estimó que el 60% de la ciudad había sido arrasado. Los cálculos iniciales hablaban de cien mil muertos o heridos. Con las horas el estimado se elevó al doble. "El proyectil atómico ha causado la mayor destrucción instantánea por mano del hombre que jamás se haya registrado", según el informe de una agencia de noticias occidental publicado en este Diario.
Entonces empezaron a circular versiones apocalípticas sobre el efecto a futuro de la bomba. El doctor Harold Jacobson, uno de los científicos de la Universidad de Columbia que participó en el proyecto, dijo que el área bombardeada tendría efectos letales durante al menos setenta años. La respuesta oficial llegó por parte del físico J. R. Oppenheimer, el director científico del proyecto: "Sobre la base de todos nuestros trabajos experimentales y estudios y de los resultados de los ensayos en Nuevo México, no existe ninguna apreciable radioactividad en el terreno de Hiroshima y la poca que hubo ha desaparecido en forma sumamente rápida". Futuras evidencias desintegrarían esa explicación.
La mayor fuerza jamás imaginada se convirtió en un enigma popular. La prensa internacional indagó fervorosamente detalles de cómo había sido fabricada la bomba, dónde, si existían más, si serían utilizadas en la guerra contra Japón. Este Diario publicó artículos científicos en los que se explicaba los principios físicos que sirvieron para producir semejante arma, los mecanismos de detonación. Un sencillo grabado mostraba que el impacto de la bomba atómica en el terreno podía dejar un forado diez veces más grande que el de una bomba de 11 toneladas. Pocas veces la catástrofe debe haber generado tal fascinación.
Entonces llegó el momento en que el imaginario mundial quedó marcado para siempre. El 14 de agosto de 1945 El Comercio publicó cinco telefotos que captaban el efecto de la explosión. Tres mostraban, por primera vez, el terrible hongo que se levantó sobre Hiroshima; una mostraba la ciudad de Nagasaki antes del segundo ataque atómico de esos días; y la última, el hongo que la cubrió después. Allí quedó claro el horror. Allí nació la imagen contemporánea del miedo.
Últimas noticias del pasadoEl Comercio mantuvo a los peruanos al tanto de cada información que llegó acerca de la bomba atómica y sus implicancias en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, que terminó poco después, el 2 de setiembre de 1945, con la rendición incondicional de Japón ante las fuerzas aliadas.

6 de agosto
Entre la información de las acciones bélicas se da cuenta del uso de "una bomba atómica".
9 de agosto
Telefotos que muestran las instalaciones donde fue fabricada el arma más letal del mundo.
14 de agosto
El Comercio publica las primeras imágenes del estallido de la bomba en Hiroshima y Nagasaki.
15 de agosto
Portada que confirma la inminente rendición del Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

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